En los orígenes de Internet cada equipo conectado se identificaba únicamente mediante unos ciertos números únicos en la Red llamados “dirección IP” de la forma número.número.número.número (por ejemplo 10.11.12.13). Entre ordenadores esta forma de comunicación es muy práctica y unívoca, pero nuestras mentes humanas no están acostumbradas a tener que recordar tantas cifras. Por ello se creó un servicio transparente para el usuario que lo que hace es permitir asignar a cada sistema un nombre “fácil de recordar” de la forma dominio.extensión –por ejemplo aproin.com- que algún servidor intermedio se encargue de traducir este nombre a su dirección IP final cuando nosotros lo invocamos, que es en último término cómo se intercambian los datos por Internet: entre ordenadores con IPs concretas.