En la nueva era digital, una serie de nuevos dispositivos están desplazando aparatos que estaban ahí “desde siempre”: la máquina de escribir fue sustituida por el ordenador, los discman por los MP3, las cámaras de fotos por las cámaras digitales, los videocasetes por los DVDs,… y ahora parece llegarle el turno a los libros. ¿Será su fin tal y como los conocemos hoy en día?
Google sigue en su empeño de digitalizar numerosas bibliotecas y ponerlas a disposición del público a través de Internet, también en la UE se empiezan a acometer proyectos similares. Por ejemplo, en enero se presentó la Biblioteca Digital Hispánica y en la Biblioteca Nacional (www.bne.es) se pueden consultar online y gratuitamente numerosos manuscritos y libros de entre los siglos XV al XIX.
A todo esto hay que unir el empujón que supone la aparición de Kindle –quédense con ese nombre- en Amazon.com, la librería por excelencia en Internet. Se trata de un dispositivo portátil para la lectura de libros digitales, se le ha llegado a llamar “el iPod de los libros” y se agotó nada más ponerse a la venta. Mide 18 centímetros de largo, 13 de ancho y pesa sobre 300 gramos. Con su conexión inalámbrica es capaz de consultar periódicos, enciclopedias y localizar (y comprar, claro) libros en Internet sin necesidad de usar un ordenador. Permite además cambiar el tipo de letra y tamaño al gusto del lector. Adiós a no leer un libro porque tiene la letra muy pequeña.
Hace unos meses pude ver un dispositivo similar de la marca Sony no comercializado todavía en Europa y la impresión fue realmente buena: la pantalla, de consumo ultrarreducido simula el color del papel y la lectura es muy agradable. Permite también escuchar música mientras leemos.
Pasar de los libros físicos a los electrónicos supone una serie de innegables ventajas: reducción de costes en la edición, transporte y comercialización de los mismos, sin olvidar las ventajas para el medio ambiente: miles de árboles no tendrán que ser talados y no habrá que emplear química para blanquear todo el papel.
Los libros electrónicos proporcionan nuevas oportunidades a escritores noveles, que pueden llegar más fácilmente al público a través de Internet sin cargar con los costes de la impresión tradicional. En general se puede producir una convulsión bastante fuerte en el mercado editorial ya que ciertos papeles como editores y distribuidores pueden ser eliminados. Otra nueva amenaza es la de la protección de los derechos de autor, auténtico quebradero de cabeza (y fuente de ingresos, por otro lado) de sociedades como la SGAE ya que la distribución electrónica de contenidos no está exenta de los riesgos de la piratería. Estoy convencido de que si ponemos ventajas e inconvenientes en una balanza, ésta se decantará por las ventajas.
A pesar de todo, es muy posible que la primera reacción ante la idea de sustituir los libros por “otro cacharro electrónico” sea de completo rechazo. Quizá mucho más que ante otros útiles de la vida cotidiana y es que los libros nos han acompañado desde nuestra más tierna infancia y están muy arraigados en nuestro inconsciente colectivo. Cierto es que no podernos escribir en la portada una dedicatoria amorosa a nuestra pareja al regalárselo y no tendremos (al menos de momento, tiempo al tiempo) el tacto y el olor del papel pero tampoco podemos negar lo cómodo que será ir con toda nuestra biblioteca en el bolsillo para leer en el tren lo que nos apetezca y cuando nos apetezca, o no tener que comprar año tras año los libros de texto para los niños… ¿a qué empieza a sonar algo mejor?
Enlace a la Biblioteca digital Miguel de Cervantes.
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