Hasta hace no demasiado tiempo creía que muchas cosas eran así y punto, sin pensar que pudiese haber otras interpretaciones o visiones. Ejemplo de ello (sin entrar en discusiones sobre el libro) es el “Código da Vinci”. Es muy posible que todo lo relatado sea ficción y carezca de base histórica (o no). Para el ejemplo no es muy relevante, sí lo es, por el contrario, el hecho de que plantea una interpretación alternativa de algo que se daba por cierto, incuestionable e inamovible en nuestra sociedad “porque sí”. Abre, por consiguiente, la puerta a nuevas hipótesis, creencias (y no hablo ahora de religión), alternativas y posibilidades, como cuando abrimos una nueva puerta, hasta entonces tapiada, y tenemos otra posible salida.
En septiembre de 1998, dos estudiantes de la Universidad norteamericana de Stanford (Larry Page y Sergey Brin) que compartían la visión (y la misión) de crear una nueva manera de buscar online en Internet, crearon una empresa. La idea la llevaban madurando bastante tiempo y a pesar de las dificultades financieras, no tardaron más que unos años hasta conseguir su objetivo. Hoy, buscados como ejemplo de emprendedores, sobreviven como millonarios con una multinacional de éxito. Si tiene usted alguna necesidad de localizar información en la Red y puede acceder a google.com, casi seguro que encuentra lo que busca… además ¡gratuitamente y en una fracción de segundo!
Desde pequeños nos enseñan que para aprender o conocer algo lo mejor es preguntar, máxima que empleamos a lo largo de toda nuestra vida. Con el fin de asegurarme que la respuesta recibida es “la correcta” y sobre todo cuando se tratan temas complicados como ofertas de telefonía móvil o fija, condiciones de contratación de servicios de todo tipo, etc. soy partidario de emplear un “truco” (muy elemental, no crean que he descubierto la pólvora) que explico en los siguientes párrafos.
No sé ustedes, pero yo me he sentido ofendido por la última campaña publicitaria de uno de los operadores de telefonía móvil estas navidades al verme ahí identificado. Por si no la recuerdan, les comento que presentan a un padre al que se le reprocha –su perro, su hijo,…- (e incluso agrede un supuesto rey mago con una barra de caramelo) no haber comprado uno de los “fantásticos” terminales 3G “a partir de” 9 euros. Como razones exponen que con ellos podrá hacer videollamadas, ver los goles de la jornada, vídeos de una cadena de música o la TV en el móvil, descargarse miles de juegos… Y digo yo ¿Y por qué se insulta a este pobre hombre, insinuando incluso que es incapaz de resolver el problema de matemáticas de su hijo de 7 años, simplemente porque no quiere comprar algo con unas funciones que le resultan perfectamente inútiles y por las que encima tendrá que pagar un ojo de la cara? –que nadie se crea que ver la TV en el móvil es gratis, y lo mismo vale para las demás servicios de descarga-. ¿Acaso se le divide a uno el coeficiente intelectual por dos si no se deja el sueldo en la factura de móvil?
En esta columna me hago eco de la última amenaza (a día de hoy, mañana habrá otra) para nuestra seguridad (y la de nuestros bolsillos en este caso) que circula por Internet. En los últimos meses cada vez tiene más difusión el fenómeno conocido como “phishing” (o “pescando”), que consiste en suplantar páginas web legítimas con otras que se les parecen mucho con el único fin de captar información sensible de los internautas.