Actualizar un sistema informático en general es siempre un proceso arriesgado, muchas veces laborioso y con resultados imprevisibles (incluso existe un dicho: «Si funciona, no lo toques«), ya que se corre el riesgo de que algo que va bien, deje de hacerlo. Las webs y blogs no son una excepción. Es cierto que lo más habitual es que no haya problemas, pero eso no quiere decir que siempre sea así.
Por otra parte, cuando estos sistemas están expuestos a Internet, deben estar lo más al día posible para estar protegidos de las vulnerabilidades o fallos que pueda tener el software que utilizan. Debemos, por tanto, llegar a un compromiso entre actualizar y no hacerlo.
Siempre que cambio de versión una web sigo un «ritual» que, a lo largo de más de 19 años haciendo y manteniendo páginas, me ha ahorrado bastantes sustos y disgustos:
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