Poco a poco comenzamos a dejar atrás las entrañables fiestas navideñas. Es muy posible que Papá Noel (o los más autóctonos Reyes Magos) nos hayan dejado debajo del árbol “con la colaboración” de familiares, nuestra pareja o amigos, un móvil nuevo que queramos usar en todas partes y a todas horas.
Uno de los sitios (se me ocurre otro, pero no procede en esta columna, quizá si Miguel Font continúa cierta serie de artículos…) donde no podremos utilizarlo es en un avión. Nada más sentarnos se nos comunica que el teléfono debe estar apagado desde el cierre de puertas hasta la llegada a la terminal de destino (aunque a veces haya despistados que los dejan encendidos, como vez que una señora sentada a mi lado a medio vuelo me pidió si le podía cambiar la tarjeta SIM de su móvil… ¡y no lo había desconectado!).