Desde hace algún tiempo, la capacidad de los ordenadores que aparecen en el mercado excede muchísimo las necesidades reales de cualquier usuario “normal”. El procesador, esto es, el cerebro calculador de nuestro nuevo y flamante ordenador desbordante de megahercios, estará la mayor parte del tiempo inactivo mientras visitamos una web, escribimos un email o preparamos un presupuesto. Salvo aplicaciones basadas en procesos de cálculo muy intensivos como pueden ser el tratamiento de vídeo, diseño asistido por ordenador (CAD), juegos, etc. lo más normal es que nuestro equipo esté esperando por nuestra respuesta y no al revés.