Aunque lleva más de ocho años operativo e incorpora cada vez más opciones y utilidades, sorprendentemente, no hay ninguna manera de ordenar los mails por tamaño en Gmail, el popular correo electrónico de Google.
Utilizo mi cuenta desde que salió en beta (abril de 2004 aunque no me fíe mucho de Google) para guardar una copia de seguridad de lo que me envían a otras cuentas. A pesar de que cada día aumenta ligeramente su capacidad, lo cierto es que ya la he llenado más de una vez.
Con más de 150.000 correos almacenados, muchos de ellos de pocos kilobytes, es una odisea saber qué borrar. Inicialmente buscaba aquellos que contengan “MPG” o “PPT” para eliminar primero los que más ocupan. Por más que investigué, nunca localicé ninguna manera nativa de organizar por tamaño.
Hoy me dediqué a configurar una de las herramientas de comunicación más útiles para mí: el correo electrónico.
Tanto en el iPhone como en el ordenador fijo y portátil tengo las cuentas configuradas utilizando el protocolo IMAP (frente al POP3) ya que me permite no solo leer los correos sino también borrarlos, marcarlos como no leídos, contestarlos, etc. en cualquiera de los dispositivos y sé que utilice el equipo que utilice siempre veré lo que me falta por leer, si respondí o no, lo que contesté, etc. Es, por así decirlo, como tener un acceso con una vista única al correo entre desde donde entre (iPhone, fijo, portátil, webmail, etc.) . Por supuesto el Nokia Lumia también lo puse así.
En el artículo anterior definimos el spam como correo electrónico no solicitado ni deseado que llega a nuestros buzones electrónicos para intentar convencernos de algo que nosotros en principio no deseamos (que compremos un producto, que introduzcamos nuestros datos personales, etc.) y decíamos que para los “spammers” o generadores de este correo basura se trata de un negocio muy lucrativo.
Todos los que usamos regularmente el correo electrónico (yo personalmente ya no puedo estar sin él –como rezaba un anuncio de un estropajo en TV-) y lo “prodigamos” por ahí estamos avocados a sufrir el fenómeno conocido como SPAM y que consiste, básicamente, en la recepción de correo no solicitado ni deseado normalmente con fines comerciales (si bien tiene variantes como el phishing por ejemplo, ya comentado en esta columna y que persigue obtener datos confidenciales mediante el engaño).
El correo electrónico, comentado tantas veces en esta columna, ha cambiado definitivamente nuestra forma de comunicarnos, tanto a nivel personal como profesional y, en algunos casos, los resultados han sido peores de lo esperado, no por la tecnología sino por el contenido.
Como en todo tipo de comunicado tanto personal como sobre todo profesional, hay una serie de normas a la hora de enviar mensajes por email que son tan importantes como las que deben regir una llamada a un cliente o una visita personal, por ejemplo.
Una de las primeras aplicaciones que surgieron en la primitiva Internet fue el correo electrónico o E-Mail, y ya desde sus comienzos se mostró como una herramienta de enorme utilidad y aceptación. Un E-Mail es el equivalente electrónico de una carta convencional con el formato de dirección usuario@dominio.extensión y con la particularidad de que para enviarla y recibirla se necesita una serie de dispositivos (normalmente un ordenador, una conexión a internet y un sistema de correo desde el que podamos acceder a nuestro “buzón electrónico”). Si pensamos además que una vez recibidos los mensajes, podemos proceder a leerlos y contestarlos cuando más nos convenga (a diferencia de una llamada telefónica, por ejemplo) y que el tiempo que tarda en llegar el mensaje es normalmente muy reducido, se podría llegar a pensar que es muy similar al fax, y esto es cierto, pero el Mail tiene muchas más ventajas, algunas de ellas son: