En la nueva era digital, una serie de nuevos dispositivos están desplazando aparatos que estaban ahí “desde siempre”: la máquina de escribir fue sustituida por el ordenador, los discman por los MP3, las cámaras de fotos por las cámaras digitales, los videocasetes por los DVDs,… y ahora parece llegarle el turno a los libros. ¿Será su fin tal y como los conocemos hoy en día?
En septiembre de 1998, dos estudiantes de la Universidad norteamericana de Stanford (Larry Page y Sergey Brin) que compartían la visión (y la misión) de crear una nueva manera de buscar online en Internet, crearon una empresa. La idea la llevaban madurando bastante tiempo y a pesar de las dificultades financieras, no tardaron más que unos años hasta conseguir su objetivo. Hoy, buscados como ejemplo de emprendedores, sobreviven como millonarios con una multinacional de éxito. Si tiene usted alguna necesidad de localizar información en la Red y puede acceder a google.com, casi seguro que encuentra lo que busca… además ¡gratuitamente y en una fracción de segundo!
Desde hace algún tiempo, la capacidad de los ordenadores que aparecen en el mercado excede muchísimo las necesidades reales de cualquier usuario “normal”. El procesador, esto es, el cerebro calculador de nuestro nuevo y flamante ordenador desbordante de megahercios, estará la mayor parte del tiempo inactivo mientras visitamos una web, escribimos un email o preparamos un presupuesto. Salvo aplicaciones basadas en procesos de cálculo muy intensivos como pueden ser el tratamiento de vídeo, diseño asistido por ordenador (CAD), juegos, etc. lo más normal es que nuestro equipo esté esperando por nuestra respuesta y no al revés.