En los últimos años hemos visto como nuevos servicios, que hasta entonces considerábamos casi como patrimonio exclusivo de la ciencia ficción, entraban en nuestras vidas. Es el caso de la televisión digital, el “pay per view” o pago por visión de eventos deportivos y películas, las videoconferencias con sonido e imagen en movimiento, navegar por una red mundial llamada Internet donde se puede encontrar virtualmente de todo y a través de la cual podemos acceder a un número creciente de servicios cada vez más útiles, cómodos, multimedia e interactivos como banca electrónica, reserva de entradas de cine y billetes de avión, juegos en red usando un ordenador o una moderna consola contra adversarios que quizá estén en las antípodas y un larguísimo etcétera. Otros están todavía por venir, por ejemplo el vídeo bajo demanda (equivalente a elegir una película en un videoclub pero sin salir de casa), televisión interactiva, telemedicina (intercambio de información médica), televigilancia (ubicar una o varias cámaras en un determinado lugar, por ejemplo una obra o una fábrica, y enviar por Internet estas imágenes en movimiento -restringiendo su visualización sólo al personal autorizado- para poder monitorizar desde cualquier parte del mundo lo que ocurre delante de las cámaras con un coste realmente bajo), interconectar distintas oficinas de una misma empresa separadas geográficamente para que puedan compartir ficheros y recursos sin emplear (costosas) líneas dedicadas, etc.