Ayer y hoy estoy recibiendo una cantidad anormalmente alta de mensajes privados en Twitter (en inglés además) muy extraños con enlaces a Facebook y a otros destinos de seguidores que además conozco personalmente en muchos casos. Mi recomendación es no hacer clic en el enlace en ningún caso pues pueden ser virus o aplicaciones maliciosas. Desconfiar siempre de enlaces de cuentas desconocidas.
Lo que suelo hacer inmediatamente es enviar un aviso privado a la persona (por Twitter o por correo electrónico por ejemplo) diciendo que he recibido un mensaje extraño de su cuenta y le recomiendo que en primer lugar cambie su contraseña de Twitter por una que sea robusta (que contenga letras mayúsculas, minúsculas, números e incluso otros caracteres como #, $, etc.) y que además revise las aplicaciones autorizadas en su cuenta de Twitter (el apartado se encuentra en este enlace) quitando el permiso a todas aquellas que no sean imprescindibles.
En el artículo anterior comentábamos qué es un virus, quién los crea, qué hacen… pensaba que en el momento de escribir la segunda parte los virulentos ataques de MyDoom y familia serían sólo un (desagradable) recuerdo. Todo lo contrario. En estos días estamos precisamente sufriendo la nueva mayor epidemia de todos los tiempos y fíjense lo que son las cosas en informática: lo que escribí hace dos meses como borrador de este artículo, ya está parcialmente obsoleto.
Tranquilos, no me refiero a ninguna gripe monumental, si bien sus síntomas también son fuertes dolores de cabeza, desánimo, mareos, pérdida de memoria y dificultad para respirar, o, más bien, enormes ganas de estrangular a alguien, entre otros. Estoy hablando de virus informáticos.
¿Qué es exactamente un virus (informáticamente hablando)? Es un programa, normalmente de tamaño muy reducido, diseñado para autopropagarse tanto como sea posible (igual que sus equivalentes biológicos) pero entre ordenadores y cuyos efectos, aunque variados, podríamos calificarlos suavemente como “diseñados para molestar”.