Mucho se habla de innovación en hoy en día, pero hay que distinguir entre la que es verdaderamente disruptiva y las simples mejoras en cuestiones ya existentes.
Se puede innovar en todos los campos, pero para eso hay que pensar de manera diferente, lo que implica que se debe cuestionar absolutamente todo y verlo todo desde otro punto de vista.
¿Se puede seguir viendo la realidad de la misma manera e innovar? Veamos algunos ejemplos reales de errores garrafales en predicciones y falta de visión innovadora… y es que muy pocas personas son capaces de ver el futuro.
La popularización de los avances tecnológicos e Internet están cambiando de forma radical el mundo en todos los aspectos y esto no es más que el principio. Raro será el sector que no se vea afectado de una u otra manera en un futuro más o menos próximo, si no lo está ya.
Estoy convencido de que hace apenas 15 años pocas personas creían que Internet podría variar tanto la forma de hacer publicidad, que cada vez se ajusta más a nuestros intereses, de dar a conocer la gastronomía o el turismo, de revolucionar el mundo del cine o de la música con nuevos modelos de negocio, o de afectar al trabajo de agencias de viajes o taxistas, por poner algunos ejemplos.
Tanto si somos un profesional como si tenemos una empresa, hay que ser conscientes de que vivimos en sociedad y que hay posiblemente muchas otras personas o compañías, según el caso, que hacen lo mismo que nosotros (o algo muy parecido).
Seguro que todos tenemos en mente nombres de profesionales o de marcas que gozan de un gran prestigio en su campo, pero también es posible que conozcamos a otros no tan famosos que ofrecen sus productos o servicios de calidad igual o incluso superior a los primeros. ¿En qué se diferencian? En que los que gozan de una reputación (ya sea buena o mala, por una u otra razón) les diferencia de los demás y los da a conocer.
Por tanto, es importante contar con una marca (idealmente la mejor posible) y promocionarla, ya sea de empresa o personal, pues determinará en gran medida la percepción que otros tienen de nuestro trabajo, en muchos casos incluso independientemente de la calidad de éste.