Los canales de YouTube tienen un servicio de estadísticas “Analytics” que proporciona información valiosa sobre cuáles son los vídeos más visitados, cuáles son las principales fuentes de tráfico, ingresos, número de suscriptores, de “Me gusta” y de “No me gusta”, comentarios, etc. Para acceder a ella, hay que visitar la sección “Analytics” en los ajustes del propio canal tras iniciar sesión.
Si toda esta información nos parece poca, podemos instalar, como si fuese cualquier otra página web, el completo y gratuito sistema de control de estadísticas Google Analytics de una manera muy sencilla y, de esta forma, obtener datos adicionales del comportamiento, fuentes, establecer objetivos, etc. de nuestro canal de YouTube. Para eso no hay más que introducir un cierto ID de seguimiento de Google Analytics para integrarlo en YouTube.
Los 7 pasos para hacerlo son:
Cada vez que damos de alta una determinada cuenta en una red social (Twitter, LinkedIn, etc.) y en otros muchos servicios y páginas web, es necesario introducir una dirección de correo electrónico. Este mail se suele utilizar para validar la cuenta e incluso para que nos envíen un recordatorio de la contraseña si la olvidamos. El problema es que si queremos generar varias altas, necesitamos, por lógica, diferentes cuentas de correo electrónico.
Esto, de por sí, no es suele ser un inconveniente hoy en día, ya que se pueden conseguir cuentas de correo electrónico de calidad gratuitamente, pero la cuestión es cómo se gestionan y comprueban, etc.
Afortunadamente, existen tres “trucos” si utilizamos Gmail, el servicio de correo electrónico de Google, que nos permite cuentas en muchos sitios web (casi todos) asociándolas siempre a la misma dirección de mail. También es posible hacerlo si nuestra cuenta es de Hotmail/Oulook utilizando alias muy fácilmente y lo veremos paso a paso.
Para estar al día (y por otras muchas razones), es muy recomendable crear alertas en Internet y así mantenerse enterado lo antes posible de todo lo que ocurre sobre un cierto tema o lo que se dice en referencia a algún término, marca, persona, (incluso nosotros mismos, el egosurfing que comentaba en “O eres diferente o eres barato”), etc.
Personalmente las utilizo desde hace más de una década y aunque Google Alerts es una buena opción, a veces no me avisa de ciertos datos que aparecen en Internet.
Para una marca o un profesional, es fundamental monitorizar su reputación en general y en Internet en particular. Talkwalker tiene un sistema gratuito de alertas que funciona muy bien y otro de análisis de presencia en medios sociales que rastrea la web para encontrar lo que se dice sobre una marca, nombre o hashtag.
Vivimos en una sociedad cada vez más hiperconectada en la que, gracias a la tecnología, podemos hacer más y más cosas en cualquier lugar pero, curiosamente, tenemos menos tiempo para hacerlas. “No tengo tiempo” parece haberse convertido en un mantra para muchas personas.
Estamos rodeados de dispositivos que continuamente están haciendo ruiditos por las incesantes notificaciones de WhatsApp, correos electrónicos, avisos de redes sociales y otras aplicaciones. Queremos estar informados de todo y saber qué ocurre inmediatamente y también responder tan rápido como sea posible, casi como si participásemos en un concurso.
Tenemos la sensación de que, sobre todo pensando en el ámbito laboral, responder rápido demuestra dedicación, seriedad, fiabilidad y, en general, que somos buenos profesionales. En parte es cierto (no voy a negar que tener una respuesta a una consulta que envío en un breve plazo me gusta) pero, por otra parte, poco a poco empezamos, incluso inconscientemente, a exigir esa rapidez en las contestaciones y ya no las vemos como algo bueno sino algo normal y, la no-inmediatez como algo malo.
Es muy recomendable conocer cómo utilizan los usuarios de Twitter esta popular plataforma de comunicación y, en particular, cómo se relacionan con las marcas.
En este artículo recojo algunos datos estadísticos de varias fuentes que, tras su análisis, pueden servir para orientar la estrategia en Twitter y tomar las decisiones operativas adecuadas.
Érase una vez hace mucho tiempo un país muy lejano. En él convivían, más o menos en armonía, personas muy diferentes con oficios diversos.
El más poderoso era el emperador. Su palabra se escuchaba con sumo cuidado y era la ley. Todos le respetaban, le prestaban atención y obedecían sus indicaciones y órdenes sin cuestionarlas. Los nobles también tenían un papel relevante, eran poseedores de grandes extensiones de tierras y tenían a su servicio a muchas personas, por lo que éstas acataban sus órdenes (con mayor o menor gusto) y atendían sus palabras.
El resto de la comunidad estaba compuesto por más hombres y mujeres de diferentes edades. Cada uno tenía su oficio y se agrupaban en gremios como los constructores, granjeros, carniceros, herreros, conductores de carros, cazadores, leñadores, tenderos, filósofos, pescadores, ilustrados, maestros, guerreros, trovadores, juglares, carpinteros, picapedreros, alguaciles y muchos más.
Es cierto que también había pillos, bandoleros, ladrones y personas que no hacían nada de provecho, pero todos sabían que formaban parte de la sociedad y cuál era su misión y su posición en ella, lo que no impedía que de vez en cuando alguna persona se convirtiese en un miembro destacado de la comunidad al enriquecerse con su trabajo, rescatar a una princesa o matar a un dragón, por ejemplo.