En el artículo anterior definimos el spam como correo electrónico no solicitado ni deseado que llega a nuestros buzones electrónicos para intentar convencernos de algo que nosotros en principio no deseamos (que compremos un producto, que introduzcamos nuestros datos personales, etc.) y decíamos que para los “spammers” o generadores de este correo basura se trata de un negocio muy lucrativo.
Todos los que usamos regularmente el correo electrónico (yo personalmente ya no puedo estar sin él –como rezaba un anuncio de un estropajo en TV-) y lo “prodigamos” por ahí estamos avocados a sufrir el fenómeno conocido como SPAM y que consiste, básicamente, en la recepción de correo no solicitado ni deseado normalmente con fines comerciales (si bien tiene variantes como el phishing por ejemplo, ya comentado en esta columna y que persigue obtener datos confidenciales mediante el engaño).